domingo, 6 de abril de 2008

Entrevista a Jürgen Habermas: "La ansiada búsqueda del consenso"

En un momento en que en nuestro país los discursos políticos -el oficialismo y el de la diversidad opositora- se encuentran conflictuados, recurrir a la teoría filosófica puede servir a los protagonistas como vía de acceso para utilizar la metodología de la concentración (de ideas y voluntades) como camino para arribar a fundamentales acuerdos consensuales.

Preocupado por estos temas, nuestro colaborador, el profesor Luis Arista Montoya, hace algún tiempo entrevistó al filósofo alemán Jürgen Habermas, especialista en temas sobre la lógica del consenso, la crisis del pensamiento crítico y las paradojas de la modernidad.

Ahora que se ha producido la crisis de los discursos políticos y la deslegitimación de ciertos paradigmas ideológicos, la lectura de su obra Teoría de la Acción Comunicativa (TI. Racionalidad de la Acción y racionalización social; TII. Crítica de la razón funcionalista; traducida no hace poco por la editorial Taurus), sirve y fundamenta la tan ansiada búsqueda del "consenso", como regidor del orden social. Veamos sus respuestas:

-A través de su obra Teoría de la Acción Comunicativa, usted postula un sistema filosófico que privilegia la racionalidad de una lógica del consenso. ¿Cuál es el núcleo de su propuesta?

El núcleo de mi teoría discursiva de la verdad puede formularse por medio de tres conceptos básicos: condiciones de validez (que se cumplen cuando un enunciado es lógicamente consistente), pretensiones de validez (que los hablantes proponen en sus enunciados, para validarlos), y redención de una pretensión de validez (en el marco de un discurso que esté suficientemente cerca de las condiciones de una situación discursiva ideal, en lo que hace al logro del consenso deseado por los participantes sólo a través de la fuerza de un argumento mejor, y, en este sentido, "racionalmente motivado").

-¿Qué pasa cuando en un proceso en búsqueda de entendimiento los hablantes se topan con "verdades encontradas" cada uno defendiendo (y tratando de imponer) su verdad? Esto se da generalmente en el ámbito político.

Cuando los reclamos de verdad o justicia son real y obstinadamente problemáticos, no existen limpias deducciones ni evidencias decisivas que impongan una decisión inmediata en pro o en contra. A menudo los intereses subalternos trivializan la discusión. Lo que se necesita más bien es un juego de argumentación, en el cual razones motivantes reemplacen argumentos definitivos.

-¿Cuándo un enunciado cobra la categoría de ser válido? ¿Cómo hacer para que los hablantes reconozcan esa validez?

Un enunciado es válido cuando sus condiciones de validez se han cumplido. El cumplimiento o no cumplimiento de las condiciones de validez, en casos problemáticos, sólo puede ser discernido por medio de la redención argumentativa de las pretensiones de validez correspondientes.

-Pero cada hablante apunta a un cierto fin, con el objeto de justificar y racionalizar sus acciones. ¿Hasta qué punto los presupuestos pragmáticos dificultan un acuerdo consensual?

Mi teoría expone lo que significa redimir una pretensión de validez a través del análisis de las presuposiciones pragmáticas generales para el logro de un consenso racionalmente motivado. Esta teoría de la verdad proporciona sólo una explicación del significado, no un criterio; pero, en última instancia, le quita fuerza a la distinción clara entre significado y criterio.
Lógica del consenso


-Si se define la verdad como el consenso logrado por hablantes de una "situación lingüística ideal", ¿significa presuponer utópicamente cierta simetría y sinceridad de los hablantes?

Una "situación lingüísticamente ideal" es una expresión demasiado concreta para designar el conjunto de presuposiciones generales e inevitables que un sujeto capaz de lenguaje y acción debe realizar si desea participar seriamente en una argumentación. Esta forma de argumentación se vincula con la pre-comprensión de una verdad proposicional y una verdad moral (o rectitud).

-¿Esto significa que una lógica del consenso descansa necesariamente en una determinada praxis de moralidad, sustentatoria de la rectitud conductual de los hablantes?

Contesto su pregunta a partir de un par de proposiciones generales. La moralidad tiene que ver, sin duda, con la justicia y con el bienestar de los otros, incluso con la promoción del bienestar general. Pero la felicidad no puede ser producida intencionalmente y puede ser promovida sólo de manera muy directa. Prefiero un concepto de moralidad relativamente estrecho. La moralidad se refiere a cuestiones prácticas, que pueden ser decididas con razones, a conflictos de acción que pueden resolverse a través del consenso. Sólo son morales en sentido estricto aquellas preguntas que pueden ser respondidas de manera significativa desde el punto de vista kantiano de la universalización; de aquello que todos pueden desear. Legitimación manipulativa

-Actualmente en el mundo existe un norte-rico y un sur-pobre; es decir, la brecha existente entre "sociedades de bienestar" y "sociedades de malestar" es cada vez más amplia y profunda. En tal perspectiva, ¿hasta qué punto esa diferenciación dificulta lograr consensos?

En la acción comunicativa, las pretensiones de validez (que permanecen implícitas en la vida compartida intersubjetivamente) no entran en conflicto con el pluralismo de las formas de vida y los intereses. El hecho de que las sociedades modernas se diferencien en términos de vida e intereses, y que esa diferenciación se acentúe cada vez más, no excluye las acciones orientadas al logro de un entendimiento; por supuesto, la necesidad de entendimiento, que aumenta a lo largo de este proceso, debe ser satisfecha a niveles cada vez más altos de abstracción. Y es precisamente por este motivo que las normas y los principios consensuales son cada vez más generales.

-¿Pero, no cree Ud. que el poder, el dinero, el mercado y la burocratización aparecen, ahora, tanto en el norte como en el sur, como fuerzas integradoras hacia un entendimiento neoliberal?


Me parece que es así. Es una excelente pregunta. Pues, el poder, el dinero, y más concretamente los mercados y la administración, se apoderaron de funciones integrativas que antes eran desempeñadas por valores y normas consensuales, o, incluso, por procesos de construcción de un entendimiento. Mi tesis es la siguiente: aquellos dominios de la acción que se han especializado en la transmisión de cultura, la integración social o la socialización de los jóvenes descansan sobre un medium de acción comunicativa y no pueden ser integrados ni por el poder ni por el dinero. Toda comercialización o burocratización generará, entonces, distorsiones, efectos colaterales patológicos.

Los neoconservadores están vendiendo la bien conocida política de traspaso de problemas desde el Estado al mercado. Política que obviamente, nada tiene que ver con la democratización, dado que, en realidad, refuerza la separación entre la actividad estatal y las presiones de legitimación provenientes de la esfera pública, y concibe a la "libertad" no como autonomía del mundo de la vida, sino como ausencia de ataduras para los inversionistas privados.

-Nos gustaría saber su opinión acerca de la crisis actual de los partidos políticos. ¿Es o no superable?

Estoy convencido de que la competencia entre partidos políticos que son cada vez más independientes de sus bases, y que siguen en el negocio de proveer de legitimación de un modo esencialmente manipulativo, debe cambiar. Sospecho que se debería introducir otra forma de separación de poderes. También pienso, por supuesto, que tales transformaciones de las instituciones políticas deberán realizarse en el marco de los principios constitucionales hoy reconocidos, fundándose en el contenido universal de esos principios.

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